Rachel Zegler, la protagonista de la reciente adaptación de Disney de “Blancanieves”, se encuentra en el ojo del huracán tras el rotundo fracaso de la película, que se perfila para perder hasta 115 millones de dólares. Inversión de 410 millones, de los cuales 270 fueron destinados a la producción y 140 a la promoción, no se tradujo en éxito, ya que la película solo recaudó 14.2 millones en su segundo fin de semana, mostrando una caída del 66% en taquilla.
El error de Zegler parece haber comenzado durante la gira de promoción, donde se refirió a la película original como “radiactiva” y al Príncipe Encantador como un “acosador”. Estas declaraciones, unidas a sus comentarios políticos durante un periodo de tensión en el conflicto Israel-Gaza, han generado un alejamiento notable entre sus colegas de Hollywood. Desde su productor Mark Platt, quien viajó a Nueva York para aconsejarle que detuviera su comportamiento autodestructivo, hasta su coestrella Ariana DeBose, que hizo eco de las críticas a través de redes sociales, la lista de amigos que se distancian de ella sigue creciendo.
El desencanto no se limita a sus compañeros de trabajo; figuras como Danica Patrick y Shawn Ono Lennon también han expresado su desdén hacia Zegler en redes sociales, lo que ha complicado aún más su situación. Mientras Disney intenta contener el daño y reducir la promoción de la película, el escándalo solo parece intensificarse.
A pesar de que Zegler ha intentado suavizar la caída al describir el papel como “el honor de una vida”, la percepción pública ha quedado marcada por sus acciones. En medio de este caos, su colega Pedro Pascal le brindó apoyo en Instagram, pero muchos se preguntan cómo una producción de tal magnitud pudo fracasar tan estrepitosamente.
Este episodio subraya una lección crucial para la industria del entretenimiento: las palabras y acciones de una actriz pueden tener consecuencias drásticas en el éxito de un proyecto, convirtiendo lo que debería haber sido un cuento de hadas en una historia de advertencia.